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Cómo almacenar tus productos y crear un negocio exitoso [4 pasos básicos]

Cuando empezaste tu minimarket, seguramente te lo imaginaste como la clásica tienda de barrio bien surtida, en la que se escuchan los “¡Hola, veci! ¿Cómo le va?” cien veces al día. ¿Cómo empezar a construir ese sueño? Todo comienza por almacenar tus productos de la manera adecuada. 

1.-Clasifica tus productos 

-Según su estado físico. Pueden ser sólidos o líquidos. 

Los productos sólidos son firmes y usualmente se almacenan a granel; como el trigo, el arroz, el azúcar, la arena o productos químicos como sales, carbonatos. etc. 

Los líquidos pueden ser estables o inestables. El único producto de carácter inestable (es decir, que cambia su composición, se evapora, etc.) que se vende en un negocio como el tuyo es el alcohol común y sus derivados. Debes procurar ubicarlo en un lugar donde no se evapore.

-Según sus propiedades. Perecederos y no perecederos.

Los productos perecederos son los que tienen una fecha de caducidad, por ejemplo: fármacos, comestibles, productos lácteos, alimentos con lácteos, bebidas, etcétera. Estos a su vez se subdividen, según su conservación, en congelados, refrigerados y frescos. 

Los productos no perecederos, por otro lado, son aquellos que no tienen fecha de caducidad, como ropa de vestir, zapatos, textil para el hogar, artículos de aseo personal, limpieza, menaje, ferretería, electricidad, etcétera. 

-Según sus unidades de medida. Grandes y pequeños.

Aquí nos fijamos en sus tamaños o capacidad en litros, longitud, superficie, peso, etc. Esto nos permite determinar qué tan fácil nos resultará almacenarlos y movilizarlos cuando un cliente los solicite. 

-Según su rotación de salida. 

Según qué tan seguido se venden y por lo tanto se tienen que reponer.

2.-Define cómo vas a conservarlos 

Los más delicados de almacenar son, sin duda, los productos perecederos y se dividen en: 

• Congelados. Aquí entran carne, pescado, verduras congeladas, helados y tortas congeladas, etcétera. Para mantenerlos en buen estado, deben congelarse a una temperatura inferior a los  -18º centígrados.

• Refrigerados. No necesitan congelación para conservarse, como embutidos, yogur, postres y productos preparados, como pasteles, empanadas, lasañas, etc. Deben estar en cámaras frigoríficas y a una temperatura comprendida entre 1º y 8º centígrados.

En el caso de la leche, los productos lácteos y derivados, actualmente se ha llegado a un consenso internacional, para la temperatura ideal de conservación y es de 4°C, considerada como la más eficaz para controlar el crecimiento bacteriano. Una temperatura inferior de 3°C puede ser aceptable, pero menos de eso puede provocar que la leche se congele y su calidad se altere. 

• Productos frescos. Se deben mantener en un lugar fresco, lejos del calor. Son del tipo de productos que una vez abiertos necesitan refrigeración como leche y bebidas lácteas tetrapack, jugos tetrapack, refrescos, vinos, chocolates, verduras frescas, etc. 

• Productos a temperatura ambiente. Aquí entran conservas enlatadas, como atún, fréjol, menestras enlatadas, duraznos en almíbar, etc. y también el café, chocolate en polvo y galletas.

3.-Define cómo vas a vender tus productos

Para el almacenaje y venta de los productos perecederos, se debe tomar en cuenta además su fecha de caducidad, procurando que se vendan primero los productos que caducan antes. Haz que sean más visibles. Una lógica opuesta se aplica a productos como licores, ya que los más cotizados suelen ser los más añejos y lo ideal es tratar de que se vendan primero los licores más jóvenes (esto es lo que se conoce como criterios FIFO y LIFO. En cuanto a los productos no perecederos, al almacenarlos no es necesario establecer un orden prioritario de salida. 

4.-Afina tus procesos logísticos con proveedores 

Finalmente, para apoyar tus sistemas de almacenamiento, conservación y venta de productos, resulta clave que desarrolles una buena relación con tus proveedores y que organices tus tiempos de reposición de productos como un reloj. No dudes en exigir excelencia, ya que, en este caso, tú eres el cliente y mientras mejor se vendan sus productos en tu negocio, mayores ganancias obtendrán tus proveedores. ¡Así todos ganan!

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